No es nuestro empeño el que nos cambia, sino la llamada de Dios es la que nos conmueve, y nos hace cambiar nuestro rumbo. No son nuestros méritos, sino la confianza que genera su presencia, lo que puede hacer que nos convirtamos. En este tiempo hay invitaciones imperiosas para cambiar.
En primer lugar, de nuestro narcisismo agotador. Dios nos llama a escuchar los gemidos de un mundo sufriente para que nos volvamos y nos detengamos: a auxiliar, a compartir. Se nos invita, también, a cambiar hacia el silencio: sobran palabras, mensajes, correos electrónicos, voces… nos llama al desierto. Para encontrarse con nosotros cara a cara. Se nos invita, una vez más, a salir del consumo, no para ahorrar, sino para generar misericordia. No para gastar con prudencia, sino para compartir, para dar, para vaciarnos. Se nos invita, también, a cambiar de la sospecha a la confianza.
José Ignacio García
No podemos ver fantasmas por todas partes, sólo lo negativo, siempre segundas intenciones. Jesús camina sobre las aguas, y no es un fantasma, para recordarnos que la creación está preñada de su presencia. El reino de Dios está entre nosotros, y no podemos reconocerlo si no lo miramos con los mismos ojos de confianza y misericordia de Dios.
Queremos compartir este pequeño texto, pues encontramos en él, el sentido profundo de nuestra experiencia de camino hacia la Pascua. En esta Semana Santa “especial”, por todas las dificultades que estamos viviendo, también nosotros podemos cambiar, podemos crecer, podemos desarrollar nuestro interior si es que decidimos hacer y reconocer nuestros caminos de cruz con Jesús. El nos invita cada día a hacer presente la posibilidad de Vida Nueva en la medida que seamos capaces de acoger en nuestras opciones algunos de los cambios y giros en nuestra vida que propone el texto de José I. García.
Con la esperanza cierta que Jesús nos acompaña en el camino, nos da fuerzas y nos alienta, transitamos esta Semana Santa con profundidad y compromiso.