
Creíamos que habíamos alcanzado el mayor grado de humanización en la expresión de nuestros afectos al dar un abrazo, un beso, y tantos otros gestos que nos ponen en contacto con nuestro prójimo y nos hacen cercanos. Pero la vida siempre nos depara sorpresas y ante nuestro asombro y desconcierto, nos damos cuenta de que ya no podemos saludarnos con un beso, que no podemos abrazar a los amigos o que titubeamos cuando nuestros alumnos más pequeños corren a abrazarnos.
Nos sentimos “raros”, no sabemos qué hacer, cómo saludarnos, cómo mostrar nuestro afecto, cómo demostrarle al otro que es importante para nosotros. Y nos rebelamos… ¿cómo que no nos podemos saludar, si es el primer paso del encuentro humano? ¿Nos estamos deshumanizando? ¿Nos tenemos que aislar de aquellos a quienes amamos? Y tantas otras preguntas que todos nos estamos haciendo y que expresan distintossentimientos: miedo, desconcierto, enojo, tristeza,rebeldía….
La vida nos enfrenta a una situación totalmente inédita, donde el bien común requiere el distanciamiento social y nos exige buscar nuevas formas de vincularnos y de expresar el afecto. Volver a casa parece ser la consigna. La mirada, la escucha y la palabra, incluso a través de la tecnología, se vuelven nuestras principales herramientas para el encuentro con el otro.
En este tiempo de vacío estamos invitados a detenernos y hacer “resurgir en nosotros el sentimiento de ayuda al prójimo, de pertenencia a un colectivo, de ser parte de algo mayor sobre lo que ser responsables y que ello a su vez se responsabilice para con nosotros.”
Que en este tiempo de Cuaresma, siguiendo el estilo de Jesús, aprendamos a asumir con madurez nuestra responsabilidad en el cuidado de los unos porlos otros. Estaremos dando un paso más en nuestro camino de humanización.