Viví encuentros que transforman
Es una invitación para trabajar por «la cultura del encuentro», de manera simple «como lo hizo Jesús»: no sólo viendo sino mirando, no sólo oyendo sino escuchando, no sólo cruzándonos con las personas sino parándonos con ellas, no sólo diciendo «¡Qué pena! ¡pobre gente!» sino dejándonos llevar por la compasión; una nota tan característica de nuestra espiritualidad dominicana: colocándonos de su lado, en “sus zapatos”. Para después, como el samaritano de la parábola: “hacernos cargo”. Dar nuestro tiempo, nuestro esfuerzo, nuestra pasión y nuestras ganas para “curar las heridas” que transforman en vida nueva a quien estaba arrojado a la deriva, a quien muchos veían y pasaban de largo, muy ocupados en sus preocupaciones y justificaciones.
33…un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba el hombre y, viéndolo, se compadeció de él. 34 Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. (Lc.10.)
Estamos invitados, como nos propone el papa Francisco a «trabajar y pedir la gracia de hacer la cultura del encuentro, de este encuentro fecundo, de este encuentro que restituya a cada persona la propia dignidad de hijo de Dios, la dignidad de viviente» (1). Encuentro que cuida y cura. Encuentro que también nos cuida y nos cura a cada uno porque nos abrimos a la necesidad del otro, dejamos que el otro nos interpele, cuestione nuestra indiferencia.

Nosotros «estamos acostumbrados a esta indiferencia», subraya el Papa, sea «cuando vemos las calamidades de este mundo» sea ante las «pequeñas cosas». Nos limitamos a decir: «pero, qué pena, pobre gente, cuánto sufren» para seguir todo recto después. Mientras el encuentro es otra cosa, como explicó Francisco: «Si yo no miro,– no es suficiente ver, no: mirar– si yo no me paro, si yo no miro, si yo no toco, si yo no hablo, no puedo hacer un encuentro y no puedo ayudar a hacer una cultura del encuentro».
Qué transformación cuando la persona descubre que a Dios lo único que le interesa somos nosotros, que no piensa en sí mismo sino en nuestro bien, que lo único que le preocupa es la transformación del ser humano cada día en mayor plenitud de humanidad. A buscar con nuestra conciencia y nuestras actitudes esta transformación es la invitación constante de Jesús, que en esta Pascua nos sigue regalando la Vida y Vida en abundancia.
(1) Papa Francisco. Por una cultura del encuentro, martes 13 de septiembre de 2016, Misa en Capilla Santa Martha.