Nuestra participación en la Familia Dominicana la concretamos desde nuestra propia identidad congregacional. Como colegio de las Hermanas Dominicas de Santa Catalina de Siena, congregación fundada por Madre Gérine Fabre en Francia en 1852, aportamos a la iglesia y a nuestra sociedad unos rasgos particulares que se inspiran en la familia dominicana.
Buscamos vivir a la manera de los apóstoles, esto nos fortalece recíprocamente para hacernos contemplativos y anunciadores del rostro materno de la misericordia del Padre, que en Jesús libera y salva (Const.12).
Buscamos dejarnos interpelar por los gérmenes de verdad presentes en las diversas culturas y religiones, testimoniando con la vida nuestra fe. (Const.20). Verdad buscada en el estudio. Reconocida en los acontecimientos de la historia, celebrada para que cambie nuestra vida, para que sea anuncio (Const. Fundamental 9). Frente a los retos del mundo, vivimos el estudio como un acto de esperanza, para descubrir en el pasado y en el presente las semillas de un futuro colmado de la promesa de Dios. Expresamos así nuestra confianza que existe un sentido en cada realidad (Const. 41). El verdadero estudio dominicano arranca de los interrogantes suscitados por la misión y desembocan de nuevo en ella, exige diálogo con la mujer y el hombre de hoy, reconociendo sus aspiraciones y sus luchas (Manantial de la esperanza de Timothy Radcliffe op.) El estudio nos lleva a denunciar las injusticias pero sobre todo a conocer sus causas. Para la búsqueda de la verdad hay que ponerse en camino, con la vulnerabilidad del peregrino; no con la autosuficiencia del poderoso (Manantial de la esperanza de Timothy Radcliffe op.).
Buscamos ardientemente, con la experiencia de oración, el rostro de Dios. Oración habitada por la multiplicidad de rostros encontrados en lo cotidiano e interpelada por las diferentes situaciones. Miramos a Madre Gérine que obtenía de la oración humilde y confiada la audacia de su actuar (Const. 50).
Buscamos la escucha de la Palabra de Dios, principio y fundamento de la contemplación y de la misión. Palabra que nos abre el corazón a la iniciativa de Dios, que nos muestra en Jesucristo su alianza de amor con el hombre. La Palabra nos revela el sentido profundo de los acontecimientos de nuestra historia personal, comunitaria y de la humanidad.
Buscamos la vida Fraterna en comunidad como un don que se funda en el deseo de Dios de hacer de toda la humanidad una sola familia. La comunidad se hace lugar de gracia y de perdón, donde se aprende la misericordia de Dios y de los hermanos (Const.30), donde se vive la diversidad cono enriquecimiento de la unidad y donde la originalidad de cada uno está al servicio del Bien común. Buscamos que la simplicidad y la apertura caractericen nuestra comunidad, en un clima de confianza en la providencia, que actúa más allá de lo que podemos imaginar. La comunidad es un lugar de aprendizaje donde aprendemos a pasar del “yo” al “nosotros” desde la humildad. Gracias a la humildad yo me alegro de ser quien soy.
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